lunes, septiembre 15, 2008

 

-¡Ginzo Thaemous!-Exclamó uno de los diez hombres que, al igual que yo, estaban sentados en aquella mesa.

Tenía la cabeza apoyada en mi mano derecha, mientras mis ojos estaban fijos en la ventana que estaba justo a mi lado. A pesar de que presidía aquella mesa, no atendía en absoluto las sugerencias y peticiones que aquellos hombres me daban.
-¡A pesar de que seas el nuevo presidente de esta sociedad, debes escucharnos!-Exclamó el mismo que había gritado mi nombre.
-Como también…-comenté, mientras me miraba las uñas de forma distraída.- Puedo despediros a todos.

Sonreí ampliamente mientras levantaba la cabeza para observarlos. Palidecieron. “Es un crío”, “Inexperto”, “Será fácil manipularles”. Sin duda, a estas alturas se habían arrepentido de las palabras que musitaron el día del entierro de mi padre.
-N… no es necesario llegar a eso, Ginzo.-Farfulló el hombre, ahora más calmado.-Pero estás muy ocupado con tu trabajo de doctor y de inventor. A penas vienes por la empresa, por ello queremos que escuches nuestras opiniones sobre las próximas estrategias. Con los conflictos actuales, podríamos vernos en peligro.
-Me aburres.-Espeté, mientras me ponía en pie y les miraba de reojo.- Todos me aburrís. ¿Qué no vengo por la empresa? Puede ser, pero sé más de ella que todos vosotros juntos. Nadie podría gestionarla mejor que yo. Y en respecto de tu petición sobre reducir un 5% la calidad de los materiales… ¿Qué tal sin el 5% que nos ahorrásemos te lo quito a ti de tu sueldo?

Caminé hacia la puerta de salida y bostecé, luego les miró de reojo y el tipo que me había estado hablando todo el tiempo se dejó caer en el sillón. Me miró, nervioso, luego negó con la cabeza.
-Entonces todo se queda así.-Sentencié.- Y no volváis a molestarme con estas idioteces.

Salí. Por los pasillos, durante todo el rato me siguió mi “asistente personal” en aquel lugar. Le di algunas órdenes y, tras un rato, me marché de aquel lugar. Era consciente de que mi familia era muy importante, pero aún así… aunque se me daba bien gestionar empresas, lo odiaba.
No tardé en llegar a la "Mansión Thaemous". Aunque cuando mi padre vivía, se trataba de una mansión gris, triste, actualmente no era tan sosa. Abrí la puerta y mientras entraba me quitaba la chaqueta oscura que llevaba.
-Bienvenido a casa, Gin.- escuché una voz a mi espalda.

Me giré al oir su voz, era una chica baja, cabello corto y blanco, ojos verdes, tez clara y ropa blanca. Kiniko, Kin. La había reconocido desde que me había hablado. Sonreí, me acerqué a ella mientras arrastraba la chaqueta.
Permanecía en una posición muy correcta, los pies juntos, las manos hacia adelante por debajo de la cintura, y la cabeza un poco ladeada.
Coloqué una mano sobre uno de sus hombros, y relajó su posición dejando caer la cabeza levemente hacia un lado, mostrándome una pequeña sonrisa.
-¿Qué tal hoy?-pregunté.
-Todo en orden Gin, hace un día un poco caluroso, pero me he encargado que las habitaciones principales estén bien ventiladas.-
Pareció haber terminado de comentar la situación cuando se llevó un dedo a la mejilla derecha, pensativa.
-¡Ah! Se me olvidaba, también tiene 38 mensajes pendientes que responder del día de hoy.-
-La empresa me llevó más tiempo del que esperaba.-protesté, llevándome la mano a la cara.
-Aquí se te echa de menos, la casa sin ti está vacía.- comentó aún sonriéndome.-Pero entiendo que tengas trabajo, eres un hombre importante y por ello bastante ocupado.-
-A mi todo esto me parece innecesario.-Comenté, mientras comenzaba a andar hacia mi despacho, ella me seguía.- Pero el trabajo es el trabajo...
-Si... Gin ¿te apetece tomar algo?- comentó cambiando de tema.
-Algo frío.-respondí, asintiendo con la cabeza cuando llegué a la puerta de mi despacho.- Traete algo también para tí, quiero que me ayudes hoy.

Kin asintió. Tan sólo habían pasado un par de minutos cuando escuché que tocaban en la puerta. Kin apareció con una bandeja y dos bebidas refrescantes.
-Aquí tienes Gin.- dijo tendiéndome uno de los vasos.
-Gracias.-Respondí mientras lo tomaba entre mis brazos y bebía solo un poco.

Tomé asiento y le hice un gesto a Kin, para que se sentase a mi lado. Justo en la mesa apareció el holograma de una figura humana, el primer mensaje. Entrecerré los ojos y comencé a escuchar y responder, cada uno de los mensajes. La mayoría se trataba de estupideces. Cuando iba por el 28, dejé caer mi cabeza sobre la mesa.
-¡Ya basta!-Exclamé.
-Cálmate Gin.- dijo dejando caer también su cabeza, girada hacia mi.-Yo terminaré de contestarlos, ¿está bien?-
-Debo ser yo.-respondí, aún con la cabeza pegada en la mesa.- Pero no paran de preguntar tonterías.

Kin levantó la cabeza, y miró hacia sus piernas, con las manos cogidas, noté cómo las apretaba cada vez más.
-Siento no poder ayudarte...-
-Me eres de gran ayuda, Kin.-respondí, apoyándome en el respaldar de la silla y le miré sonriendo.- La culpa es de aquellos que me envian mensajes. Son muy tontos.
-Si quiere la próxima vez no los guardaré y así no tendrá que responderlos.- comentó sin levantar la mirada.
-Kin.-la llamé, pero como no me miraba tuve que sujetar su rostro para que me observase.- Lo has hecho muy bien.
-Gracias Gin.- sonrió ella expresando algo de tristeza. -Pero creo que a pesar de todo... no puedo ayudarte en todo lo que quisiera... tal vez esté incompleta...-
-No digas tonterías.-negué con la cabeza.- Eres perfecta y me ayudas en todo. No te exijas más a tí misma. Yo no lo hago.
-Archivaré esa información...- dijo entrecerrando los ojos.

De repente noté cómo se desvanecía en la silla, y la cabeza se le caía hacia un lado.
-Me te-mo... que... estoy... descarga-da...-
-Te dije que te cargases cuando estuvieses bajo mínimos.-farfullé, mientras la sujetaba.
-Lo... siento...- susurró casi ya sin voz.
-Bueno...-musité.

La tomé en brazos. Estando así, descargada, era mucho más pesada que de costumbre. Aún así, no me costaba nada levantarla y transportarla. La llevé al laboratorio del sótano de mi casa. Me adentré en aquel lugar sin encender las luces.
La tendí sobre la fría camilla de metal en la que despertó por primera vez. Quité con cuidado el cabello de su rostro y la miré. Si no hubiese llegado hasta aquel punto, quizá podría haberla cargado de otra manera. Pero tenía prisa. Lo que hice debió de ser suficiente, por lo que me aparté para ver si reaccionaba.
-Kin.-la llamé.
-Gin...- musitó abriendo sus grandes ojos verdes.
-¿Todo bien?-pregunté.- ¿Algún fallo en el sistema?

Kin entrecerró los ojos y comenzó a explorar su sistema. Tras unos segundos...
-Todo correcto, sistema libre de errores.-
-Me alegra.-Comenté, mientras suspiraba y me apoyaba en la pared.- Kin, hoy... podrás tomarte el día libre si quieres.
-¿Día libre?- se preguntó mientras bajaba de la camilla.
-No es necesario, me encuentro perfectamente.- luego giró sobre sí misma y miró la camilla de metal en la que estaba recostada. -Lo siento Gin, no me cargué como me dijiste antes de que pudiera ocurrir esto...-
-No pasa nada, pero para la proxima vez ten un poco más de cuidado.-comenté.- Y sí, día libre. Hace mucho que estás trabajando sin descanso y no quiero ser un explotador. Así que... hoy puedes hacer lo que desees.
-Lo que desee...- comentó llevándose una mano al pecho.
-Sí.-asentí con la cabeza, luego le sonreí.
-Deseo... estar con Gin.- susurró.

Puede que por un momento me ruborizara, aún así, conseguí disimularlo y continué mirándola a los ojos. Poco después, me acerqué poco a poco a ella.
-Está bien.-respondí.- Pero... con una condición. ¿de acuerdo?
-De acuerdo.- asintió. Parecía feliz.
-Estarás conmigo, pero con la condición de que haremos sólo lo que tu quieras.-respondí.- Podremos salir o no. Como tú lo desees. Hoy dejaré el trabajo de lado y seré todo tuyo. ¿Te parece bien?
-Estoy contenta.- respondió. -¿Pero estará bien que hagas lo que yo quiera, dejando incluso de hacer tus deberes?-
-He estado matándome a trabajar durante.... .... toda mi vida.-respondí.- Ahora me toca divertirme un poco y si eso sirve para que tú seas feliz, da igual que el trabajo espere un poco.
-Gracias Gin, estoy muy feliz, pero... no sé qué podemos hacer.- sonrió de nuevo, inocentemente.
-Te dejo pensarlo.-Dije, colocando mi mano en su cabeza.- Responderé los mensajes que quedan y cuando lo haga iré a buscarte a tu cuarto. Da igual lo que sea... siempre y cuando sea lo que tu desees.

Kin asintió complacida, y se retiró a su cuarto enseguida, parecía muy entusiasmada con la idea. Yo regresé a mi aburrido despacho, con mis aburridos mensajes. Aunque hubo uno que me interesó...

Out: Introducción de Gin. Gracia a mi adorada Kiniko pos su ayuda.

 

Johann buscó la energía ilimitada a las 12:39 a. m.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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